
Me desperté rota, deshecha y resquebrajada, oliendo a tu más profunda indiferencia. Ilusa de mí, pensé que podría ser ingeniera de tus sueños, y construirte un puente perfecto de atardeceres.
Todo quedó en atajos con desasosiegos diligentes, llenos de sonrisas pasajeras y lágrimas desesperadas. Ahora me nombras en tus sollozos buscando consuelo, Omitiendo que te atreviste a rechazar mi calma ardiente, mientras acurrucaba tus miedos bajo mi almohada...
