Un gran brindis.

Un brindis por este año que colmó de enseñanzas mi persona. Que aún con infinitos altibajos puedo afirmar que me he sentido tan viva como muerta, según el prisma con el que se mire.
Brindo porque ahora sé, que no es que nunca llegues a conocer a alguien del todo, sino que hay componentes que te obstinas en mantener escondidos. Es más, sigues ciego hasta que, por así decirlo, te das con ello de bruces.
Brindo por aprender que la opinión ajena sobre uno importa muy poco y que mientras te encuentres en paz contigo mismo y con tus actos, lo demás sobra. Ahora sé que no debo culparme por las decisiones tomadas, ya que de ellas he ganado el saber lo que antes ni imaginaba.
Brindo por valorar lo que poseo y por dejar ir a quien no se quiere quedar. Para ello he contado con la ayuda de pocos, pero grandes amigos, que han demostrado su valía en los momentos más desesperanzadores. Eternamente agradecida…
Brindo por los buenos momentos vividos, las carcajadas, los viajes, los abrazos, los besos, las caricias, las lágrimas derramadas, el amor que he sentido, al igual que el dolor. Brindo por las manos que me han sujetado y las que me han dejado caer.
Brindo por las etapas que han llegado a su fin y por las mejores que han de llegar. Por todo lo que ha hecho que crezca y por todo lo que murió.
Pero sobre todo, como dije al principio, brindo por poder vislumbrar las visicitudes de este año, con el prisma del aprendizaje que me lleve a ser feliz.

Elige tu prisma…

Un gran brindis. – (c) – Alice Depra

A pedazos.

Cuando acaban con tu esencia te das cuenta de que ya jamás volverás a ser la que fuiste. Alguien te robó ese pedacito de tí tan importante, ese que te llevaba a creer que todo era posible. Pero ya no…


Y no contenta habiéndote roto en mil pedazos, esa persona sigue magullándote más y más. Parece como si los ríos ya vertidos, no fuesen suficiente. No importa cuán largos sean tus susurros, siempre habrá latigazo de vuelta. Y ya van tantas cicatrices que no recuerdas ni la cifra, pero sientes su dolor, sabes que están ahí grabadas en tu alma quejicosa.

Armándote de valor coges aire cada día con el fin de borrar aunque solo sea un ápice, de tus malas decisiones. Las mismas que te condujeron al avismo, ese al que caes una y otra vez. No soportas más ofensas, más críticas, insultos y veneno. El más letal que puedas recibir, el que te cuartea hasta tu mas ínfimo rincón. Veneno de la persona en la que creíste y confiaste tantas veces, dándole mil y una oportunidades sin saber que al final caería en saco roto. Nada sirvió, nada es suficiente y eso desgarra tu ser quebrando toda tu quietud. No habrá paz, ni piel que rozar, ni ojos que mirar o labios que besar. La oportunidad se esfumó para no volver.

Y arañas las paredes de la soledad que te rodea pretendiendo resurgir, pero tu vida se trueca en una lucha constante hacia la luz. Quedaron tantas cosas por decir… por hacer, por compartir, pero cualquier atisbo de esperanza desapareció en la lejanía. Has de poner punto y final a esa pesadilla o acabará arrastrándote al peor de los infiernos, donde no habrá salida alguna. No puedes permitirte el lujo de desparecer sin más, así que por el momento sólo te hayas ahí, inherte y sin dignidad alguna. Esperando vivificarte…

Renacerás tarde o temprano, ya has recorrido camino suficiente de desolación. Mientras tanto, agradece la lección aprendida y haz que jamás se repita. Llegará esa señal que tanto ansías… Estoy segura!

A pedazos. – (c) – Alice Depra